Ahora que ya nos hemos familiarizado con los elementos esenciales de la redacción en internet y con las herramientas para ponerla en práctica, llega el momento de ponerse manos a la obra: ¡a escribir!
Pero, ojo, verás cómo no te resulta fácil: en el proceso de escritura, la primera dificultad te espera antes incluso de pulsar la primera tecla. Se produce en el momento en que decides qué vas a contar y qué estructura le vas a dar. En realidad, la tarea de escribir es fácil: es un acto mecánico que, si utilizas un teclado, consiste en mover tus dedos con orden y velocidad sobre las teclas. Tac, tac, tac. Simple.
La verdadera dificultad de la escritura es mental: consiste en pensar qué vamos escribir. Obviamente, yo no puedo enseñarte a pensar. En cambio, sí puedo darte algunas pistas para que plasmes tus ideas en un texto de manera eficaz. En esta unidad trataremos sobre esas técnicas que te ayudarán a planificar y estructurar los textos en las redes digitales.
3.1. Precomposición textual
La redacción de cualquier texto respeta ciertas etapas. Por más que la veteranía permita a algunos escritores improvisar un buen texto en un instante, lo cierto es que la composición de un texto siempre lleva aparejadas tres fases principales: la precomposición, la redacción y la revisión. A veces estas etapas se solapan entre sí, pero existen.
Como hemos visto en la unidad anterior, el uso de ciertas aplicaciones y recursos digitales puede ayudar al escritor en cualquiera de esas tres etapas. En particular, por lo que se refiere a la precomposición, la red ofrece una fuente excepcional de modelos y de ideas en las que inspirarse. Y además ofrece una plataforma documental incomparable: ¡qué sería de nosotros sin los buscadores y las enciclopedias digitales!
Además –y para lo que aquí más nos interesa–, la posibilidad de interconectar mediante el hipertexto documentos digitales previamente hallados en la red multiplica las posibilidades documentales de la escritura. Esta posibilidad documental se convierte, de hecho, en un requisito para una redacción digital avanzada: como veremos en una próxima unidad, enlazar bien la información es un aspecto clave y tiene su técnica.
Incorporar mediante el hipertexto documentación digital a nuestros textos aporta, además, credibilidad. En la medida en que le facilitamos al lector la posibilidad de comprobar por sí mismo en fuentes originales lo que le contamos, nuestras palabras ganan crédito. Los enlaces, en definitiva, además de aportar documentación, sirven para convencer.
La etapa inicial de documentación nos permite recopilar los datos y testimonios necesarios para elaborar nuestro texto. Son los ladrillos con los que levantaremos nuestro muro. Sin embargo, no toda documentación puede incluirse en un texto. Realizar esa labor de criba es imprescindible. Se suele decir, con razón, que internet no tiene límite de espacio; en consecuencia, quizá te despreocupes y pienses que puedes recoger todos –absolutamente todos– los datos en tu texto. Sería un grave error. El hecho de que la red permita publicar contenidos sin límite no significa que los lectores estén dispuestos a leer todo cuanto se les ofrece. Medir cuánta documentación se aporta y jerarquizar bien la información es imprescindible tanto fuera como dentro de internet.
Para conseguir esa correcta selección y jerarquización de los datos de tu texto, deberás reflexionar sobre cuáles son los elementos informativos fundamentales que deseas comunicar. Para esta labor de precomposición textual, cuentas con dos técnicas especialmente útiles: la regla de las cinco uves dobles y la tormenta de ideas.
3.2. Regla de las cinco uves dobles y tormenta de ideas
La regla de las cinco uves dobles (5W) es, probablemente, la primera técnica redaccional que se enseña a todo aprendiz de periodista. Consiste en responder en el texto a seis preguntas esenciales: quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por qué. Es decir, contestar a preguntas como por ejemplo:
- ¿Quién es el protagonista de tu texto? ¿A quién afecta lo que explicas en él? A partir de lo que relatas, ¿quién debería actuar?
- Si tu texto es una narración, ¿qué ha ocurrido? Si es una solicitud, ¿qué deseas? Si es una propuesta, ¿qué propones?
- ¿Dónde ha ocurrido lo que explicas? ¿Dónde hay que tomar medidas?
- ¿Cuándo ha sucedido lo que cuentas? ¿Cuándo acaba el plazo de lo que propones?
- ¿Cómo ha ocurrido lo que relatas? ¿Cómo deseas que actúe tu lector? ¿Cómo se puede resolver el problema que describes?
- ¿Por qué han pasado los acontecimientos que relatas en tu texto? ¿Por qué cuentas lo que escribes?
Si te das cuenta, prácticamente cualquier texto profesional necesita responder a este tipo de preguntas. Por eso, si buscas respuesta a estas preguntas antes de comenzar a escribir tu texto, no olvidarás elementos informativos esenciales y podrás resolver tu tarea de escritura con rapidez y eficiencia.
De hecho, las cinco uves dobles pueden prestarte otra ayuda cuando se trata de escribir en internet: puedes aprovecharlas como herramienta para la organización hipertextual. Si pretendes fragmentar tu texto en diversas páginas –en la terminología teórica del hipertexto se las denomina nodos o lexias–, las cinco uves dobles pueden servirte como forma de distribuir la información de manera coherente. Así, por ejemplo, una vez resumidos en la página inicial los aspectos esenciales de la información que deseas comunicar, puedes ampliar a voluntad en otras páginas de segundo nivel detalles sobre el quién, qué, dónde, cuándo, cómo y/o por qué de la información.
Este mapa conceptual, además de servir para el descubrimiento y desarrollo de ideas relacionadas con el tema, tiene la ventaja añadida de servir como referencia para la estructuración hipertextual definitiva.
Una vez que se dispone de la materia prima informativa y se han detectado los elementos informativos esenciales, llega el momento de darles forma.
3.3. Estrategias de planificación textual
Hay cinco procedimientos principales para la planificación de los textos, que fueron descritos en 1993 por un profesor llamado Daniel Chandler. Él hablaba de cinco estrategias de escritura: la arquitectónica, la de enladrillado, la de pintura al óleo, la de acuarela y la mixta.
- Estrategia arquitéctónica («architectural strategy»): corresponde a los escritores que siguen un proceso sistemático de redacción, que distingue y respeta de forma consecutiva las etapas de planificación, redacción y revisión.
- Estrategia de enladrillado («bricklayering strategy»): es la de los escritores que escriben frase a frase, y párrafo a párrafo. Son autores que, antes de seguir adelante, revisan varias veces cada línea que acaban de escribir hasta cerciorarse de su perfección. Así, actúan como un albañil que, antes de colocar su próximo ladrilo, se asegura de que el anterior ha quedado perfectamente asentado.
- Estrategia de pintura al óleo («oil painting strategy»): corresponde a los escritores que acostumbran a escribir sus textos en sucesivas «manos». Cuando se pinta al óleo es preciso que la mano anterior se haya secado antes de añadir nuevos colores. De un modo análogo, el escritor que responde a este patrón compositivo elabora inicialmente un borrador general de todo su escrito que, más tarde, pule y completa en sucesivas revisiones.
- Estrategia de acuarela («water-colour strategy»): la pintura con acuarelas, a diferencia de la pintura al óleo, obliga a sopesar cada pincelada, pues aquello que se pinta ya no puede ser borrado. Por eso suele ser una pintura más ágil, que se resuelve en pocas pinceladas. De forma similar, el escritor que actúa conforme a este modelo de composición pretende obtener una versión definitiva a la primera, con mínimas revisiones.
- Estrategias mixtas («mixed strategies»). Las estrategias mixtas, obviamente, son aquellas que resultan de combinar dos o más de las estrategias ya descritas. Esto puede ocurrir en un mismo escrito o bien, más comúnmente, en diferentes textos elaborados por un mismo autor.
3.4. Del texto al hipertexto: estructuras
¿Qué importancia tienen las estrategias descritas por Chandler en la redacción digital? Más de la que parece. La composición de un texto digital rico en elementos hipertextuales, interactivos y multimedia difícilmente puede ser resultado de la improvisación. Elaborar piezas con diversos itinerarios narrativos, abiertas a la participación del lector y donde se combinen textos, imágenes y sonidos, no es algo que se pueda hacer de manera espontánea.
Si deseas profundizar en las posibilidades hipertextuales, necesitarás recurrir probablemente a formas de composición más reposadas y sistematizadas. En particular, a la estrategia arquitectónica. No por casualidad, a los editores de contenidos para medios digitales se les ha comenzado a denominar «arquitectos de la información».
Un hipertexto es un conjunto de nodos de información vinculados entre sí. Es, por tanto, un agregado de fragmentos autónomos que el usuario puede consumir de manera absoluta o parcial, y en un orden tanto predeterminado como libre. Los fragmentos o nodos hipertextuales pueden disponerse, además, en un único nivel superficial, o bien organizarse en varios niveles de profundidad. Salta a la vista que tal complejidad estructural requiere del escritor de hipertextos una sopesada planificación para evitar que el usuario se desoriente. El escritor de hipertextos debe, por tanto, tener dotes de arquitecto.
La planificación hipertextual se realiza básicamente de dos maneras: en primer lugar, estratificando las páginas o nodos de información y, en segundo, organizando los flujos o itinerarios entre páginas por las que habrá de moverse el futuro lector. Siguiendo la metáfora del arquitecto, esto obliga a distribuir las estancias del edificio en distintos pisos y, además, obliga a diseñar pasillos, escaleras y pasarelas que conecten esas estancias entre sí.
Cuando un escritor idea un hipertexto debe elaborar un mapa en el que queden representadas todas sus páginas. Esas páginas o nodos, además, se representarán de manera jerárquica, mostrando las relaciones de yuxtaposición y/o subordinación respecto de otros nodos. De esta manera, el autor del hipertexto puede determinar qué tipo de contenidos deben incluirse en cada nodo y cuál es su lugar idóneo en el conjunto.
Las estructuras hipertextuales básicas son dos: la lineales (o axiales, es decir, que respetan un eje) y las reticulares (que tienen forma de red).
Las estructuras lineales son aquellas que organizan el discurso siguiendo un eje principal. En ellas, el autor marca un itinerario definido de lectura, que respeta un orden episódico o consecutivo.
Estas estructuras lineales pueden tener una o varias líneas. Cuando tienen una sola línea, estamos ante una estructura unilineal:
Si la estructura propone varias líneas nos encontramos, obviamente, ante una estructura multilineal:
Las estructuras multilineales pueden ser, a su vez, de dos tipos: jerárquicas (también se denominan arbóreas) y paralelas.
Finalmente, al margen de las diversas estructuras lineales, se encuentran las estructuras reticulares. Adoptan este nombre porque están tejidas en forma de red y, por tanto, en ellas no hay un punto de partida ni un final definidos: es el propio lector quien crea su propio itinerario de navegación.